Jhonny Luján Castillo, alias 'Basura', violó y mató a pedradas a Carlos Valencia de 12 años. Quemó su cuerpo en una pila de llantas.
Son cíclicas en el Perú las convulsiones colectivas que generan el crimen horrendo de la violación de menores con asesinato y las oleadas a favor de la pena de muerte. Pero para confrontar el persistente problema es necesario reprimir la histeria confusa y evaluar mejor los factores.
La violencia sexual contra menores no es una aberración reciente. Una creencia popular en la Francia de hace unos 300 años, por ejemplo, era que la cópula con niños curaba las enfermedades venéreas. Más aún, la mortandad infantil era tan común, que el fallecimiento de un vástago era a veces considerado como la pérdida de una mascota. El mundo, ha cambiado y ahora se privilegia la seguridad de los niños, aunque persista contra todas las leyes internacionales la prostitución infantil y sus clientes pedófilos. Es de ese atavismo donde salen los predadores sexuales y los eventuales asesinos.
En el Perú el debate sobre la pena de muerte para los violadores asesinos es vehemente pero confusa. Hay voces como la de la congresista Lourdes Alcorta que reclaman la pena capital para todos los violadores sin diferenciar si la víctima es menor o mayor de edad, o si fue asesinada por su agresor. De ejecutarse a todos los detenidos por violación, actualmente pasarían por el fusil 3,981 presos.
Pero sin ir tan lejos, si solo desde el 2002 el Perú contemplara en su legislación la pena de muerte para violadores asesinos de menores, hoy estarían camino al patíbulo 21 convictos.
¿Estaría el país dispuesto a hacer efectiva esa serie de ejecuciones en un mundo en que 80 países han abolido la pena capital?
Los pedódilos asesinos, sin embargo, invocan venganzas ejemplares, y en Asia hay regiones que los hierven o sumergen en ácido.
En los últimos 50 años en el Perú, de cuatro fusilados bajo la Constitución de 1933, tres fueron ‘monstruos’: el de ‘Armendáriz’ en 1956, ‘Pichuzo’, en 1965 y Ubilberto Vásquez en 1970.
LA PEDOFILIA ASESINA
Los índices del Perú, sin embargo, no parecen ser los mas altos del mundo, aunque las estadísticas son deficientes. Aseguran que Sudáfrica es la capital de las violaciones letales, pero los monstruos pululan hasta en los países más ricos. En la década del 70, por ejemplo, John Wayne Gacy era un respetado vecino del suburbio de Joliet, Illinois, Estados Unidos. Nombrado dos veces como el ‘hombre del año’ de su barrio, era conocido por realizar pequeños espectáculos infantiles disfrazado de ‘Pogo’, el payaso. Nadie, salvo sus víctimas, sabía que ésta era su forma de captar niños a quienes secuestraba, violaba y torturaba hasta matarlos.
Luego de su captura en 1978, la policía encontró más de 30 cadáveres enterrados en su sótano y jardín.
‘Pogo’ fue finalmente ejecutado por inyección letal el 10 de mayo de 1994 (ver recuadro).
John Wayne Gacy era conocido también como el payaso 'Pogo'. De esta forma captaba a sus víctimas adolescentes. Se supo que torturaba a sus víctimas y que justo antes de que mueran las reanimaba para otra vez torturarlas y ultrajarlas. Mató 36 menores en los 70. Fue ejecutado en 1994 en Illinois, Estados Unidos.
Según el Instituto de Investigación Familiar de Estados Unidos, existe una cierta conexión entre la pedofilia y las tendencias homosexuales.
Hay varios estudios al respecto como el de la Asociación Psiquiátrica Americana. Señala que entre los pedófilos, la preferencia por menores de su mismo sexo es el doble que la atracción hacia el otro.
La Asociación Nacional de Trabajadores Sociales de los Estados Unidos, en un estudio realizado durante la década del 90, concluyó que 68% de las víctimas fueron ultrajados por perpetradores con tendencias homosexuales.
Son indicios para que la comunidad gay esté alerta ante individuos con desviaciones criminales.
Enrique Lanides ultrajó y asesinó a una niña de 2 años en el 2002.
PENA NO DISUASIVA
Hay quienes insisten en que la pena de muerte es la solución para la violación y asesinato de niños, pero los indicios estadísticos tienden a demostrar dos cosas: 1) el efecto disuasivo no existe y 2), cada ejecución “brutaliza” a la sociedad y parece que estimula la violencia.
En el 2003, un informe del FBI concluyó que en California la tasa de homicidios fue mayor en los periodos en que la pena capital estaba vigente (entre 1952 y 1967), que cuando se estableció una moratoria (entre 1968 y 1991).
Pero persiste la pregunta: ¿cómo detener estos horrendos crímenes? Se podría empezar por rescatar a tantos niños de la calle, que según un cálculo de la OEA suman más de 40 millones en Latinoamérica. Educación sexual para padres y vástagos. Vigilancia ciudadana real. Y si va a haber prisión perpetua, que sea real.
Según la organización inglesa Issues Direct, el número de homicidios disminuyó notablemente en Canadá luego que abolieron la pena de muerte en 1976. Ahora es de alrededor de 1.8 por 100,000 habitantes vs. 5.6 en Estados Unidos. A su vez, el Buró de Justicia de EE.UU. señala que en los estados del Sur del país, donde se ejecuta todos los años, los asesinatos pasan de 6 por 100,000. La ineficacia de la pena capital como método disuasivo fue resaltada incluso por la propia Janet Reno, ex fiscal general de EE.UU. “He indagado casi toda mi vida adulta por estudios que puedan mostrar que la pena de muerte es disuasiva. Y hasta ahora no he encontrado un estudio que sostenga eso”.
Los pedófilos asesinos no son generalmente mafiosos curtidos sino individuos perturbados. ¿Se cohibirán entonces ante la posibilidad de ser ejecutados? Hace sólo tres semanas, en pleno debate sobre la pena de muerte, en La Oroya un joven de 16 años violó y estranguló a una criatura de dos. Fue una trágica respuesta. La ansiedad y el horror, por otro lado, han llevado a embrollar situaciones, lo que podría conducir a injusticias y errores.
Por ejemplo, no parece diferenciarse entre los casos de adolescentes que mantienen relaciones sexuales consentidas, y cambios recientes en el Código Penal apuntan a penalidades severas. Un miembro de una pareja puede ser acusado por terceros de delito contra el honor sexual si la otra (o el otro) no ha llegado a la edad de consentimiento, aunque haya consentido. Aquí la edad de consentimiento apunta a los 16 y en España es 13. El tema es, pues, importante si en este ambiente exacerbado se quiere frenar a los verdaderos delincuentes y establecer la gravedad de las faltas.
Es necesario graduar la dureza de las penas, para hacerlas efectivas, y no se puede castigar con la misma vara la agresión contra un niño que contra una persona adulta. Y es indispensable reiterar que se está refiriendo al asesinato como el delito más aberrante.
Pero persiste la pregunta: ¿cómo detener estos horrendos crímenes? Se podría empezar por rescatar a tantos niños de la calle, que según un cálculo de la OEA suman más de 40 millones en Latinoamérica. Educación sexual para padres y vástagos. Vigilancia ciudadana real. Y si va a haber prisión perpetua, que sea real.
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