CAPÍTULO XIV: TUVO NUEVAS HUAYNA CÁPAC DE LOS ESPAÑOLES QUE ANDABAN EN LA COSTA

domingo, 2 de junio de 2013

Capítulo XIV: Tuvo nuevas Huayna Cápac de los españoles que andaban en la costa
Huayna Cápac, ocupado en las cosas dichas, estando en los reales palacios de Tumipampa, que fueron de los más soberbios que hubo en el Perú, le llegaron nuevas que gentes extrañas y nunca jamás vistas en aquella tierra andaban en un navío por la costa de su Imperio, procurando saber qué tierra era aquélla; la cual novedad despertó a Huayna Cápac a nuevos cuidados, para inquirir y saber qué gente era aquélla y de dónde podía venir. Es de saber que aquel navío era de Vasco Núñez de Balboa, primer descubridor de la Mar del sur, y aquellos españoles fueron los que (como al principio dijimos) impusieron el nombre Perú a aquel Imperio, que fue el año mil y quinientos y quince, y el descubrimiento de la Mar del sur fue dos años antes. Un historiador dice que aquel navío y aquellos españoles eran Don Francisco Pizarro y sus trece compañeros, que dice fueron los primeros descubridores del Perú. En lo cual se engañó, que por decir primeros ganadores dijo primeros descubridores; y también se engañó en el tiempo, porque de lo uno a lo otro pasaron diez y seis años, si no fueron más; porque el primer descubrimiento del Perú y la imposición de este nombre fue el año de mil y quinientos y quince, y Don Francisco Pizarro y sus cuatro hermanos y Don Diego de Almagro entraron en el Perú, para le ganar, año de mil y quinientos y treinta y uno, y Huayna Cápac murió ocho años antes, que fue el año de mil y quinientos y veinte y tres, habiendo reinado cuarenta y dos años, según lo testifica el Padre Blas Valera en sus rotos y destrozados papeles, donde escribía grandes antiguallas de aquellos Reyes, que fue muy gran inquiridor de ellas.
Aquellos ocho años que Huayna Cápac vivió después de la nueva de los primeros descubridores los gastó en gobernar su Imperio en toda paz y quietud; no quiso hacer nuevas conquistas, por estar a la mira de lo que por la mar viniese; porque la nueva de aquel navío le dio mucho cuidado, imaginando en un antiguo oráculo que aquellos Incas tenían que, pasados tantos Reyes, habían de ir gentes extrañas y nunca vistas y quitarles el reino y destruir su república y su idolatría; cumplíase el plazo en este Inca, como adelante veremos. Asimismo es de saber que tres años antes que aquel navío fuese a la costa del Perú, acaeció en el Cozco un portento y mal agüero que escandalizó mucho a Huayna Cápac y atemorizó en extremo a todo su Imperio; y fue que, celebrándose la fiesta solemne que cada año hacían a su Dios el Sol, vieron venir por el aire un águila real, que ellos llaman anca, que la iban persiguiendo cinco o seis cernícalos y otros tantos halconcillos, de los que, por ser tan lindos, han traído muchos a España, y en ella les llaman aletos y en el Perú huaman. Los cuales, trocándose ya los unos, ya los otros, caían sobre el águila, que no la dejaban volar, sino que la mataban a golpes. Ella, no pudiendo defenderse, se dejó caer en medio de la plaza mayor de aquella ciudad, entre los Incas, para que le socorriesen. Ellos la tomaron y vieron que estaba enferma, cubierta de caspa, como sarna, y casi pelada de las plumas menores. Diéronle de comer y procuraron regalarla, mas nada le aprovechó, que dentro de pocos días se murió, sin poderse levantar del suelo. El Inca y los suyos lo tomaron por mal agüero, en cuya interpretación dijeron muchas cosas los adivinos que para semejantes casos tenían elegidos; y todas eran amenazas de la pérdida de su Imperio, de la destrucción de su república y de su idolatría; sin esto, hubo grandes terremotos y temblores de tierra, que, aunque el Perú es apasionado de esta plaga, notaron que los temblores eran mayores que los ordinarios y que caían muchos cerros altos. De los indios de la costa supieron que la mar, con sus crecientes y menguantes, salía muchas veces de sus términos comunes; vieron que en el aire se aparecían muchas cometas muy espantosas y temerosas.
Entre estos miedos y asombros, vieron que una noche muy clara y serena tenía la Luna tres cercos muy grandes: el primero era de color de sangre; el segundo, que estaba más afuera, era de un color negro que tiraba a verde; el tercero parecía que era de humo. Un adivino o mágico, que los indios llaman llayca, habiendo visto y contemplado los cercos que la Luna tenía. entró donde Huayna Cápac estaba, y con un semblante muy triste y lloroso, que casi no podía hablar, le dijo: "Solo Señor, sabrás que tu madre la Luna, como madre piadosa, te avisa que el Pachacámac, criador y sustentador del mundo, amenaza a tu sangre real y a tu Imperio con grandes plagas que ha de enviar sobre los tuyos; porque aquel primer cerco que tu madre tiene, de color de sangre, significa que después que tú hayas ido a descansar con tu padre el Sol, habrá cruel guerra entre tus descendientes y mucho derramamiento de su real sangre, de manera que en pocos años se acabará toda, de lo cual quisiera reventar llorando; el segundo cerco negro nos amenaza que de las guerras y mortandad de los tuyos se causará la destrucción de nuestra religión y república y la enajenación de tu Imperio, y todo se convertirá en humo, como lo significa el cerco tercero, que parece de humo". El Inca recibió mucha alteración, mas, por no mostrar flaqueza, dijo al mágico: "Anda, que tú debes de haber soñado esta noche esas burlerías, y dices que son revelaciones de mi madre". Respondió el mágico: "Para que me creas, Inca, podrás salir a ver las señales de tu madre por tus propios ojos, y mandarás que vengan los demás adivinos y sabrás lo que dicen de estos agüeros".
El Inca salió de su aposento, y, habiendo visto las señales, mandó llamar a todos los mágicos que en su corte había, y uno de ellos, que era de la nación Yauyu, a quien los demás reconocían ventaja, que también había mirado y considerado los cercos, le dijo lo mismo que el primero. Huayna Cápac, porque los suyos no perdiesen el ánimo con tan tristes pronósticos, aunque conformaban con el que él tenía en su pecho, hizo muestra de no creerlos, y dijo a sus adivinos: "Si no me lo dice el mismo Pachacámac, yo no pienso dar crédito a vuestros dichos, porque no es de imaginar que el Sol, mi padre, aborrezca tanto su propia sangre que permita la total destrucción de sus hijos". Con esto despidió a los adivinos; empero, considerando lo que le habían dicho, que era tan al propio del oráculo antiguo que de sus antecesores tenía, y juntando lo uno y lo otro con las novedades y prodigios que cada día aparecían en los cuatro elementos, y que sobre todo lo dicho se aumentaba la ida del navío con la gente nunca vista ni oída, vivía Huayna Cápac con recelo, temor y congoja; estaba apercibido siempre de un buen ejército escogido, de la gente más veterana y práctica que en las guarniciones de aquellas provincias había. Mandó hacer muchos sacrificios al Sol; y que los agoreros y hechiceros, cada cual en sus provincias, consultasen a sus familiares demonios, particularmente al gran Pachacámac y al diablo Rímac, que daba respuestas a lo que le preguntaban, que supiesen de él lo que de bien o de mal pronosticaban aquellas cosas tan nuevas que en la mar y en los demás elementos se habían visto. De Rímac y de las otras partes le trajeron respuestas oscuras y confusas, que ni dejaban de prometer algún bien ni dejaban de amenazar mucho mal; y los más de los hechiceros daban malos agüeros, con que todo el Imperio estaba temeroso de alguna grande adversidad; mas como en los primeros tres o cuatro años no hubiese alguna de las que temían, volvieron a su antigua quietud, y en ella vivieron algunos años, hasta la muerte de Huayna Cápac.
La relación de los pronósticos que hemos dicho, demás de la fama común que hay de ellos por todo aquel Imperio, la dieron en particular dos capitanes de la guarda de Huayna Cápac, que cada uno de ellos llegó a tener más de ochenta años; ambos se bautizaron; el más antiguo se llamó Don Juan Pechuta; tomó por sobrenombre el nombre que tenía antes del bautismo, como lo han hecho todos los indios generalmente; el otro se llamaba Chauca Rimachi; el nombre cristiano ha borrado de la memoria el olvido. Estos capitanes, cuando contaban estos pronósticos y los sucesos de aquellos tiempos, se derretían en lágrimas llorando, que era menester divertirles de la plática, para que dejasen de llorar; el testamento y la muerte de Huayna Cápac, y todo lo demás que después de ella sucedió, diremos de relación de aquel Inca viejo que había nombre Cusi Huallpa, y mucha parte de ello, particularmente las crueldades que Atahuallpa en los de la sangre real hizo, diré de relación de mi madre y de un hermano suyo, que se llamó Don Fernando Huallpa Túpac Inca Yupanqui, que entonces eran niños de menos de diez años y se hallaron en la furia de ellas dos años y medio que duraron, hasta que los españoles entraron en la tierra; y en su lugar diremos cómo se escaparon ellos y los pocos que de aquella sangre escaparon de la muerte que Atahuallpa les daba, que fue por beneficio de los mismos enemigos. 

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