Capítulo XXIV: Del oro y plata
De la riqueza de oro y plata que en el Perú se saca, es buen testigo España, pues de más de veinticinco años, sin los de atrás, le traen cada año doce, trece millones de plata y oro, sin otras cosas que no entran en esta cuenta; cada millón monta diez veces cien mil ducados. El oro se coge en todo el Perú; en unas provincias es en más abundancia que en otras, pero generalmente lo hay en todo el Reino. Hállase en la superficie de la tierra y en los arroyos y ríos, donde lo llevan las avenidas de las lluvias; de allí lo sacan, lavando la tierra o la arena, como lavan acá los plateros la escobilla de sus tiendas, que son las barreduras de ellas. Llaman los españoles lo que así sacan oro en polvo, porque sale como limalla. Algunos granos se hallan gruesos, de dos, tres pesos y más; yo vi granos de a más de veinte pesos; llámanles pepitas; algunas son llanas, como pepitas de melón o calabaza; otras redondas, otras largas como huevos. Todo el oro del Perú es de diez y ocho a veinte quilates de ley, poco más, poco menos. Sólo el que se saca en las minas de Callauaya o Callahuaya es finísimo, de a veinticuatro quilates, y aun pretende pasar de ellos, según me lo han dicho algunos plateros de España. El año de mil y quinientos y cincuenta y seis, se halló en un resquicio de una mina, de las de Callahuaya, una piedra de las que se crían con el metal, del tamaño de la cabeza de un hombre; el color, propiamente, era color de bofes, y aun la hechura lo parecía, porque toda ella estaba agujereada de unos agujeros chicos y grandes, que la pasaban de un cabo a otro. Por todos ellos asomaban puntas de oro, como si le hubieran echado oro derretido por encima: unas puntas salían fuera de la piedra, otras emparejaban con ella, otras quedaban más adentro. Decían los que entendían de minas que si no la sacaran de donde estaba, que por tiempo viniera a convertirse toda la piedra en oro. En el Cozco la miraban los españoles por cosa maravillosa; los indios la llamaban huaca, que, como en otra parte dijimos, entre otras muchas significaciones que este nombre tiene, una es decir admirable cosa, digna de admiración por ser linda, como también significa cosa abominable por ser fea; yo la miraba con los unos y con los otros. El dueño de la piedra, que era hombre rico, determinó venirse a España y traerla como estaba para presentarla al Rey Don Felipe Segundo, que la joya por su extrañeza era mucho de estimar. De los que vinieron en la armada en que él vino, supe en España que la nao se había perdido, con otra mucha riqueza que traía.
La plata se saca con más trabajo que el oro, y se beneficia y purifica con más costa. En muchas partes del Perú se han hallado y hallan minas de plata, pero ningunas como las de Potocsi, las cuales se descubrieron y registraron año de mil y quinientos y cuarenta y cinco, catorce años después que los españoles entraron en aquella tierra. El cerro donde están se dice Potocsi, porque aquel sitio se llamaba así; no sé qué signifique en el lenguaje particular de aquella provincia, que en la general del Perú no significa nada. Está en un llano, es de forma de un pilón de azúcar; tiene de circuito, por lo más bajo, una legua, y de alto más de un cuarto de legua; lo alto del cerro es redondo; es hermoso a la vista, porque es solo; hermoseólo la naturaleza para que fuese tan famoso en el mundo como hoy lo es. Algunas mañanas amanece lo alto cubierto de nieve, porque aquel sitio es frío. Era entonces aquel sitio del repartimiento de Gonzalo Pizarro, que después fue de Pedro de Hinojosa; cómo lo hubo, diremos adelante, si es lícito ahondar y declarar tanto los hechos secretos que pasan en las guerras, sin caer en odio, que muchas cosas dejan de decir los historiadores por este miedo. El Padre Acosta, Libro cuatro, escribe largo del oro y plata y azogue que en aquel Imperio se ha hallado, sin lo que cada día va descubriendo el tiempo; por esto dejaré yo de escribirlo; diré brevemente algunas cosas notables de aquellos tiempos, y cómo beneficiaban y fundían los indios el metal antes que los españoles hallaran el azogue; en lo demás remito a aquella historia al que lo quisiere ver más largo, donde hallará cosas muy curiosas, particularmente del azogue.
Es de saber que las minas del cerro de Potocsi las descubrieron ciertos indios criados de españoles, que en su lenguaje llaman yanacuna, que en toda su significación quiere decir: hombre que tiene obligación de hacer oficio de criado; los cuales, debajo de secreto, en amistad y buena compañía, gozaron algunos días de la primera veta que hallaron; mas como era tanta la riqueza y ella sea mala de encubrir, no pudieron o no quisieron encubrirla de sus amos, y así las descubrieron a ellos y registraron la veta primera, por la cual se descubrieron las demás. Entre los españoles que se hallaron en aquel buen lance fue uno que se llamó Gonzalo Bernal, mayordomo que después fue de Pedro de Hinojosa; el cual, poco después del registro, hablando un día delante de Diego Centeno (famoso caballero) y de otra mucha gente noble, dijo: "Las minas prometen tanta riqueza, que, a pocos años que se labren, valdrá más el hierro que la plata". Este pronóstico vi yo cumplido los años de mil y quinientos y cincuenta y cuatro y cincuenta y cinco, que en la guerra de Francisco Hernández Girón valió una herradura de caballo cinco pesos, que son seis ducados, y una de mula cuatro pesos; dos clavos de herrar, un tomín, que son cincuenta y seis maravedís; vi comprar un par de borceguís en treinta y seis ducados; una mano de papel en cuatro ducados; la vara de grana fina de Valencia a sesenta ducados; y a este respecto los paños finos de Segovia y las sedas y lienzos y las demás mercaderías de España. Causó esta carestía aquella guerra, porque en dos años que duró no pasaron armadas al Perú, que llevan las cosas de España. También la causó la mucha plata que daban las minas, que tres y cuatro años antes de los que hemos nombrado, llegó a valer un cesto de la yerba que llaman cuca treinta y seis ducados, y una hanega de trigo veinte y cuatro y veinte y cinco ducados; lo mismo valió el maíz, y al respecto el vestir y calzar, y el vino, que las primeras botijas, hasta que hubo abundancia, se vendían a doscientos y a más ducados. Y con ser la tierra tan rica y abundante de oro y plata y piedras preciosas, como todo el mundo sabe, los naturales de ella son la gente más pobre y mísera que hay en el universo.
De la riqueza de oro y plata que en el Perú se saca, es buen testigo España, pues de más de veinticinco años, sin los de atrás, le traen cada año doce, trece millones de plata y oro, sin otras cosas que no entran en esta cuenta; cada millón monta diez veces cien mil ducados. El oro se coge en todo el Perú; en unas provincias es en más abundancia que en otras, pero generalmente lo hay en todo el Reino. Hállase en la superficie de la tierra y en los arroyos y ríos, donde lo llevan las avenidas de las lluvias; de allí lo sacan, lavando la tierra o la arena, como lavan acá los plateros la escobilla de sus tiendas, que son las barreduras de ellas. Llaman los españoles lo que así sacan oro en polvo, porque sale como limalla. Algunos granos se hallan gruesos, de dos, tres pesos y más; yo vi granos de a más de veinte pesos; llámanles pepitas; algunas son llanas, como pepitas de melón o calabaza; otras redondas, otras largas como huevos. Todo el oro del Perú es de diez y ocho a veinte quilates de ley, poco más, poco menos. Sólo el que se saca en las minas de Callauaya o Callahuaya es finísimo, de a veinticuatro quilates, y aun pretende pasar de ellos, según me lo han dicho algunos plateros de España. El año de mil y quinientos y cincuenta y seis, se halló en un resquicio de una mina, de las de Callahuaya, una piedra de las que se crían con el metal, del tamaño de la cabeza de un hombre; el color, propiamente, era color de bofes, y aun la hechura lo parecía, porque toda ella estaba agujereada de unos agujeros chicos y grandes, que la pasaban de un cabo a otro. Por todos ellos asomaban puntas de oro, como si le hubieran echado oro derretido por encima: unas puntas salían fuera de la piedra, otras emparejaban con ella, otras quedaban más adentro. Decían los que entendían de minas que si no la sacaran de donde estaba, que por tiempo viniera a convertirse toda la piedra en oro. En el Cozco la miraban los españoles por cosa maravillosa; los indios la llamaban huaca, que, como en otra parte dijimos, entre otras muchas significaciones que este nombre tiene, una es decir admirable cosa, digna de admiración por ser linda, como también significa cosa abominable por ser fea; yo la miraba con los unos y con los otros. El dueño de la piedra, que era hombre rico, determinó venirse a España y traerla como estaba para presentarla al Rey Don Felipe Segundo, que la joya por su extrañeza era mucho de estimar. De los que vinieron en la armada en que él vino, supe en España que la nao se había perdido, con otra mucha riqueza que traía.
La plata se saca con más trabajo que el oro, y se beneficia y purifica con más costa. En muchas partes del Perú se han hallado y hallan minas de plata, pero ningunas como las de Potocsi, las cuales se descubrieron y registraron año de mil y quinientos y cuarenta y cinco, catorce años después que los españoles entraron en aquella tierra. El cerro donde están se dice Potocsi, porque aquel sitio se llamaba así; no sé qué signifique en el lenguaje particular de aquella provincia, que en la general del Perú no significa nada. Está en un llano, es de forma de un pilón de azúcar; tiene de circuito, por lo más bajo, una legua, y de alto más de un cuarto de legua; lo alto del cerro es redondo; es hermoso a la vista, porque es solo; hermoseólo la naturaleza para que fuese tan famoso en el mundo como hoy lo es. Algunas mañanas amanece lo alto cubierto de nieve, porque aquel sitio es frío. Era entonces aquel sitio del repartimiento de Gonzalo Pizarro, que después fue de Pedro de Hinojosa; cómo lo hubo, diremos adelante, si es lícito ahondar y declarar tanto los hechos secretos que pasan en las guerras, sin caer en odio, que muchas cosas dejan de decir los historiadores por este miedo. El Padre Acosta, Libro cuatro, escribe largo del oro y plata y azogue que en aquel Imperio se ha hallado, sin lo que cada día va descubriendo el tiempo; por esto dejaré yo de escribirlo; diré brevemente algunas cosas notables de aquellos tiempos, y cómo beneficiaban y fundían los indios el metal antes que los españoles hallaran el azogue; en lo demás remito a aquella historia al que lo quisiere ver más largo, donde hallará cosas muy curiosas, particularmente del azogue.
Es de saber que las minas del cerro de Potocsi las descubrieron ciertos indios criados de españoles, que en su lenguaje llaman yanacuna, que en toda su significación quiere decir: hombre que tiene obligación de hacer oficio de criado; los cuales, debajo de secreto, en amistad y buena compañía, gozaron algunos días de la primera veta que hallaron; mas como era tanta la riqueza y ella sea mala de encubrir, no pudieron o no quisieron encubrirla de sus amos, y así las descubrieron a ellos y registraron la veta primera, por la cual se descubrieron las demás. Entre los españoles que se hallaron en aquel buen lance fue uno que se llamó Gonzalo Bernal, mayordomo que después fue de Pedro de Hinojosa; el cual, poco después del registro, hablando un día delante de Diego Centeno (famoso caballero) y de otra mucha gente noble, dijo: "Las minas prometen tanta riqueza, que, a pocos años que se labren, valdrá más el hierro que la plata". Este pronóstico vi yo cumplido los años de mil y quinientos y cincuenta y cuatro y cincuenta y cinco, que en la guerra de Francisco Hernández Girón valió una herradura de caballo cinco pesos, que son seis ducados, y una de mula cuatro pesos; dos clavos de herrar, un tomín, que son cincuenta y seis maravedís; vi comprar un par de borceguís en treinta y seis ducados; una mano de papel en cuatro ducados; la vara de grana fina de Valencia a sesenta ducados; y a este respecto los paños finos de Segovia y las sedas y lienzos y las demás mercaderías de España. Causó esta carestía aquella guerra, porque en dos años que duró no pasaron armadas al Perú, que llevan las cosas de España. También la causó la mucha plata que daban las minas, que tres y cuatro años antes de los que hemos nombrado, llegó a valer un cesto de la yerba que llaman cuca treinta y seis ducados, y una hanega de trigo veinte y cuatro y veinte y cinco ducados; lo mismo valió el maíz, y al respecto el vestir y calzar, y el vino, que las primeras botijas, hasta que hubo abundancia, se vendían a doscientos y a más ducados. Y con ser la tierra tan rica y abundante de oro y plata y piedras preciosas, como todo el mundo sabe, los naturales de ella son la gente más pobre y mísera que hay en el universo.
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