Capítulo XIV: Del plátano, piña y otras frutas
Volviendo a las frutas, diremos de algunas más notables que se crían en los Antis del Perú, que son tierras más calientes y más húmedas que no las provincias del Perú; no las diremos todas, por escusar prolijidad. El primer lugar se debe dar al árbol y a su fruto que los españoles llaman plátano; seméjase a la palma en el talle y en tener las hojas en lo alto, las cuales son muy anchas y muy verdes; estos árboles se crían de suyo; quieren tierra muy lluviosa, como son los Antis; dan su fruto en racimos tan grandes, que ha habido algunos, como dice el Padre Acosta, Libro cuarto, capítulo veinte y uno, que le han contado trescientos plátanos; criase dentro de una cáscara, que ni es hollejo ni corteza, fácil de quitar; son de una cuarta, poco más o menos, en largo y como tres dedos en grueso.
El Padre Blas Valera, que también escribía de ellos, dice que les cortan las racimos cuando empiezan a madurar, porque con el peso no derriben el árbol, que es fofo y tierno, inútil para madera y aun para el fuego; maduran los racimos en tinajas; cúbrenlos con cierta yerba que les ayuda a madurar; la médula es tierna, suave y dulce; pasada al Sol parece conserva; cómenla cruda y asada, cocida y guisada en potajes, y de todas maneras sabe bien; con poca miel o azúcar (que ha menester poca), hacen del plátano diversas conservas; los racimos que maduran en el árbol son más dulces y más sabrosos; los árboles son de dos varas en alto, unos más y otros menos. Hay otros plátanos menores, que a diferencia de los mayores les llaman dominicos; porque aquella cáscara, cuando nace el racimo, está blanca, y cuando la fruta está sazonada participa de blanco y negra a remiendos; son la mitad menores que los otros, y en todo les hacen mucha ventaja, y por ende no hay tanta cantidad de éstos como de aquéllos.
Otra fruta, que los españoles llaman piña, por la semejanza que en la vista y en la hechura tiene con las piñas de España, que llevan piñones, pero en lo demás no tienen que ver las unas con las otras; porque aquéllas, quitada la cáscara con un cuchillo, descubren una médula blanca, toda de comer, muy sabrosa; toca un poco, y muy poco, en agro, que la hace más apetitosa; en el tamaño son dos tanto mayores que las piñas de acá. También se da en los Antis otra fruta que los españoles llaman manjar blanco, porque, partida por medio, parecen los escudillas de manjar blanco en el color y en el sabor; tiene dentro una pepitas negras, como pequeñas almendras; no son de comer; esta fruta es del tamaño de un melón pequeño; tiene una corteza dura, como una calabaza seca, y casi de aquel grueso; dentro de ella se cría la médula, tan estimada; es dulce y toca en tantito de agrio, que la hace más golosa o golosina. Muchas otras frutas se crían de suyo en los Antis, como son las que los españoles llaman almendras y nueces, por alguna semejanza que tengan a las de acá, en que quiera que sea; que esta rotura tuvieron los primeros españoles que pasaron a Indias, que con poca semejanza y ninguna propiedad llamaron a las frutas de allá con los nombres de las de acá, que cotejadas las unas con las otras, son muy diferentes, que es muy mucho más en lo que difieren que no en lo que se asemejan, y aun algunas son contrarias, no sólo en el gusto mas también en los efectos; y así son estas nueces y almendras, las cuales dejaremos con otras frutas y legumbres que en los Antis se crían, que son de poco momento, por dar cuenta de otras de más nombre y fama.
Volviendo a las frutas, diremos de algunas más notables que se crían en los Antis del Perú, que son tierras más calientes y más húmedas que no las provincias del Perú; no las diremos todas, por escusar prolijidad. El primer lugar se debe dar al árbol y a su fruto que los españoles llaman plátano; seméjase a la palma en el talle y en tener las hojas en lo alto, las cuales son muy anchas y muy verdes; estos árboles se crían de suyo; quieren tierra muy lluviosa, como son los Antis; dan su fruto en racimos tan grandes, que ha habido algunos, como dice el Padre Acosta, Libro cuarto, capítulo veinte y uno, que le han contado trescientos plátanos; criase dentro de una cáscara, que ni es hollejo ni corteza, fácil de quitar; son de una cuarta, poco más o menos, en largo y como tres dedos en grueso.
El Padre Blas Valera, que también escribía de ellos, dice que les cortan las racimos cuando empiezan a madurar, porque con el peso no derriben el árbol, que es fofo y tierno, inútil para madera y aun para el fuego; maduran los racimos en tinajas; cúbrenlos con cierta yerba que les ayuda a madurar; la médula es tierna, suave y dulce; pasada al Sol parece conserva; cómenla cruda y asada, cocida y guisada en potajes, y de todas maneras sabe bien; con poca miel o azúcar (que ha menester poca), hacen del plátano diversas conservas; los racimos que maduran en el árbol son más dulces y más sabrosos; los árboles son de dos varas en alto, unos más y otros menos. Hay otros plátanos menores, que a diferencia de los mayores les llaman dominicos; porque aquella cáscara, cuando nace el racimo, está blanca, y cuando la fruta está sazonada participa de blanco y negra a remiendos; son la mitad menores que los otros, y en todo les hacen mucha ventaja, y por ende no hay tanta cantidad de éstos como de aquéllos.
Otra fruta, que los españoles llaman piña, por la semejanza que en la vista y en la hechura tiene con las piñas de España, que llevan piñones, pero en lo demás no tienen que ver las unas con las otras; porque aquéllas, quitada la cáscara con un cuchillo, descubren una médula blanca, toda de comer, muy sabrosa; toca un poco, y muy poco, en agro, que la hace más apetitosa; en el tamaño son dos tanto mayores que las piñas de acá. También se da en los Antis otra fruta que los españoles llaman manjar blanco, porque, partida por medio, parecen los escudillas de manjar blanco en el color y en el sabor; tiene dentro una pepitas negras, como pequeñas almendras; no son de comer; esta fruta es del tamaño de un melón pequeño; tiene una corteza dura, como una calabaza seca, y casi de aquel grueso; dentro de ella se cría la médula, tan estimada; es dulce y toca en tantito de agrio, que la hace más golosa o golosina. Muchas otras frutas se crían de suyo en los Antis, como son las que los españoles llaman almendras y nueces, por alguna semejanza que tengan a las de acá, en que quiera que sea; que esta rotura tuvieron los primeros españoles que pasaron a Indias, que con poca semejanza y ninguna propiedad llamaron a las frutas de allá con los nombres de las de acá, que cotejadas las unas con las otras, son muy diferentes, que es muy mucho más en lo que difieren que no en lo que se asemejan, y aun algunas son contrarias, no sólo en el gusto mas también en los efectos; y así son estas nueces y almendras, las cuales dejaremos con otras frutas y legumbres que en los Antis se crían, que son de poco momento, por dar cuenta de otras de más nombre y fama.
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