Capítulo IX: La ciudad contenía la descripción de todo el Imperio.
Los Incas dividieran aquellos barrios conforme a las cuatro partes de su Imperio, que llamaron Tahuantinsuyu, y esto tuvo principio desde el primer Inca Manco Cápac, que dio orden que los salvajes que reducía a su servicio fuesen poblando conforme a los lugares de donde venían: los del oriente al oriente y los del poniente al poniente, y así a los demás. Conforme a esto estaban las casas de aquellos primeros vasallos en la redondez de la parte de adentro de aquel gran cerco, y los que se iban conquistando iban poblando conforme a los sitios de sus provincias. Los curacas hacían sus casas para cuando viniesen a la corte, y cabe las de uno hacía otro las suyas, y luego otro y otro, guardando cada uno de ellos el sitio de su provincia; que si estaba a mano derecha de su vecina, labraba sus casas a su mano derecha, y si a la izquierda a la izquierda, y si a las espaldas a las espaldas, por tal orden y concierto, que, bien mirados aquellos barrios y las casas de tantas y tan diversas naciones como en ellas vivían, se veía y comprehendía todo el Imperio junto, como en el espejo o en una pintura de cosmografía. Pedro de Cieza, escribiendo el sitio del Cozco, dice al mismo propósito lo que se sigue, capítulo noventa y tres: "Y como esta ciudad estuviese llena de naciones extranjeras y tan peregrinas, pues había indios de Chile, Pasto, Cañares, Chachapoyas, Guancas, Collas y de los demás linajes que hay en las provincias ya dichas, cada linaje de ellos estaba por sí, en el lugar y parte que les era señalado por los gobernadores de la misma ciudad. Estos guardaban las costumbres de sus padres, andaban al uso de sus tierras, y, aunque hubiese juntos cien mil hombres, fácilmente se conocían con las señales que en las cabezas se ponían", etc. Hasta aquí es de Pedro de Cieza.
Las señales que traían en las cabezas eran maneras de tocados que cada nación y cada provincia traía, diferente de la otra para ser conocida. No fue invención de los Incas, sino uso de aquellas gentes; los Reyes mandaron que se conservase, porque no se confundiesen las naciones y linajes de Pasto a Chile; según el mismo autor, capítulo treinta y ocho, hay más de mil y trescientas leguas. De manera que en aquel gran cerco de barrios y casas vivían solamente los vasallos de todo el Imperio, y no los Incas ni los de su sangre real; eran arrabales de la ciudad, la cual iremos ahora pintando por sus calles, de septentrión al mediodía, y los barrios y casas que hay entre calle y calle como ellas van; diremos las casas de los Reyes y a quién cupieron en el repartimiento que los españoles hicieron de ellas cuando las ganaron.
Del cerro llamado Sacsahuaman desciende un arroyo de poca agua, y corre norte sur hasta el postrer barrio, llamado Pumapchupan. Va dividiendo la ciudad de los arrabales. Más adentro de la ciudad hay una calle que ahora llaman la de San Agustín, que sigue el mismo viaje norte sur, descendiendo desde las casas del primer Inca Manca Cápac hasta en derecho de la plaza Rimacpampa. Otras tres o cuatro calles atraviesan de oriente a poniente aquel largo sitio que hay entre aquella calle y el arroyo. En aquel espacio largo y ancho vivían los Incas de la sangre real, divididos por sus ayllus, que es linajes, que aunque todos ellos eran de una sangre y de un linaje, descendientes del Rey Manco Cápac, con todo eso hacían sus divisiones de descendencia de tal o tal Rey, por todos los Reyes que fueron, diciendo: éstos descienden del Inca fulano y aquéllos del Inca zutano; y así por todos los demás. Y esto es lo que los historiadores españoles dicen en confuso, que tal Inca hizo tal linaje y tal Inca otro linaje llamado tal, dando a entender que eran diferentes linajes, siendo todo uno, como lo dan a entender los indios con llamar en común a todos aquellos linajes divididos: Cápac Ayllu, que es linaje augusto, de sangre real. También llamaron Inca, sin división alguna, a los varones de aquel linaje, que quiere decir varón de la sangre real, y a las mujeres llamaron Palla, que es mujer de la misma sangre real.
En mis tiempos vivían en aquel sitio, descendiendo de lo alto de la calle, Rodrigo de Pineda, Juan de Saavedra, Diego Ortiz de Guzmán, Pedro de los Ríos y su hermano Diego de los Ríos, Hierónimo Costillas, Gaspar Jara —cuyas eran las casas que ahora son convento del Divino Augustino—, Miguel Sánchez, Juan de Santa Cruz, Alonso de Soto, Gabriel Carrera, Diego de Trujillo, conquistador de los primeros y uno de los trece compañeros que perseveraron con Don Francisco Pizarro, como en su lugar diremos; Antón Ruiz de Guevara, Juan de Salas, hermano del Arzobispo de Sevilla e Inquisidor general Valdés de Salas, sin otros de que no me acuerdo; todos eran señores de vasallos, que tenían repartimiento de indios, de los segundos conquistadores del Perú. Sin éstos, vivían en aquel sitio otros muchos españoles que no tenían indios. En una de aquellas casas se fundó el convento del Divino Augustino, después que yo salí de aquella ciudad. Llamamos conquistador de los primeros a cualquiera de los ciento y sesenta españoles que se hallaron con Don Francisco Pizarro en la prisión de Atahuallpa; y los segundos son los que entraron con Don Diego de Almagro y los que fueron con Don Pedro de Alvarado, que todos entraron casi juntos; a todos éstos dieron nombre de conquistadores del Perú, y no a más, y los segundos honraban mucho a los primeros, aunque algunos fuesen de menos cantidad y de menos calidad que no ellos, porque fueron primeros.
Volviendo a lo alto de la calle de San Agustín, para entrar más adentro de la ciudad, decimos que en lo alto de ella está el convento de Santa Clara; aquellas casas fueron primero de Alonso Díaz, yerno del gobernador Pedro Arias de Ávila; a mano derecha del convento hay muchas casas de españoles: entre ellas estaban las de Francisco de Barrientos, que después fueron de Juan Álvarez Maldonado. A mano derecha de ellas están las que fueron de Hernando Bachicao y después de Juan Alonso Palomino; de frente de ellas, al mediodía, están las casas episcopales, las cuales fueron antes de Juan Balsa y luego fueron de Francisco de Villacastín. Luego está la iglesia Catedral, que sale a la plaza principal. Aquella plaza, en tiempo de los Incas, era un hermoso galpón, que en días lluviosos les servía de plaza para sus fiestas. Fueron casas del Inca Viracocha, octavo Rey; yo no alcancé de ellas más del galpón; los españoles, cuando entraron en aquella ciudad, se alojaron todos en él, por estar juntos para lo que se les ofreciese. Yo la conocí cubierta de paja y la vi cubrir de tejas. Al norte de la Iglesia Mayor, calle en medio, hay muchas casas con sus portales, que salen a la plaza principal; servían de tiendas para oficiales. Al mediodía de la Iglesia Mayor, calle en medio, están las tiendas principales de los mercaderes más caudalosos.
A las espaldas de la iglesia están las casas que fueron de Juan de Berrio, y otras de cuyos dueños no me acuerdo.
A las espaldas de las tiendas principales están las casas que fueron de Diego Maldonado, llamado el Rico, porque lo fue más que otro alguno de los del Perú: fue de los primeros conquistadores. En tiempo de los Incas se llamaba aquel sitio Hatuncancha; quiere decir: barrio grande. Fueron casas de uno de los Reyes, llamado Inca Yupanqui; al mediodía de las de Diego Maldonado, calle en medio, están las que fueron de Francisco Hernández Girón. Adelante de aquéllas, al mediodía, están las casas que fueron de Antonio Altamirano, conquistador de los primeros, y Francisco de Frías y Sebastián de Cazalla, con otras muchas que hay a sus lados y espaldas; llámase aquel barrio Puca Marca; quiere decir: barrio colorado. Fueron casas del Rey Túpac Inca Yupanqui. Adelante de aquel barrio, al mediodía, está otro grandísimo barrio, que no me acuerdo de su nombre; en él están las casas que fueron de Alonso de Loaysa, Martín de Meneses, Juan de Figueroa, Don Pedro Puertocarrero, García de Melo, Francisco Delgado, sin otras muchas de señores de vasallos cuyos nombres se me han ido de la memoria. Más adelante de aquel barrio, yendo todavía al sur, está la plaza llamada Intipampa; quiere decir: plaza del Sol, porque estaba delante de la casa y templo del Sol, donde llegaban los que no eran Incas con las ofrendas que le llevaban, porque no podían entrar dentro en la casa. Allí las recibían los sacerdotes y las presentaban a la imagen del Sol, que adoraban por Dios. El barrio donde estaba el templo del Sol se llamaba Coricancha, que es: barrio de oro, plata y piedras preciosas, que, como en otra parte dijimos, había en aquel templo y en aquel barrio. Al cual se sigue el que llaman Pumapchupan, que son ya arrabales de la ciudad.
Los Incas dividieran aquellos barrios conforme a las cuatro partes de su Imperio, que llamaron Tahuantinsuyu, y esto tuvo principio desde el primer Inca Manco Cápac, que dio orden que los salvajes que reducía a su servicio fuesen poblando conforme a los lugares de donde venían: los del oriente al oriente y los del poniente al poniente, y así a los demás. Conforme a esto estaban las casas de aquellos primeros vasallos en la redondez de la parte de adentro de aquel gran cerco, y los que se iban conquistando iban poblando conforme a los sitios de sus provincias. Los curacas hacían sus casas para cuando viniesen a la corte, y cabe las de uno hacía otro las suyas, y luego otro y otro, guardando cada uno de ellos el sitio de su provincia; que si estaba a mano derecha de su vecina, labraba sus casas a su mano derecha, y si a la izquierda a la izquierda, y si a las espaldas a las espaldas, por tal orden y concierto, que, bien mirados aquellos barrios y las casas de tantas y tan diversas naciones como en ellas vivían, se veía y comprehendía todo el Imperio junto, como en el espejo o en una pintura de cosmografía. Pedro de Cieza, escribiendo el sitio del Cozco, dice al mismo propósito lo que se sigue, capítulo noventa y tres: "Y como esta ciudad estuviese llena de naciones extranjeras y tan peregrinas, pues había indios de Chile, Pasto, Cañares, Chachapoyas, Guancas, Collas y de los demás linajes que hay en las provincias ya dichas, cada linaje de ellos estaba por sí, en el lugar y parte que les era señalado por los gobernadores de la misma ciudad. Estos guardaban las costumbres de sus padres, andaban al uso de sus tierras, y, aunque hubiese juntos cien mil hombres, fácilmente se conocían con las señales que en las cabezas se ponían", etc. Hasta aquí es de Pedro de Cieza.
Las señales que traían en las cabezas eran maneras de tocados que cada nación y cada provincia traía, diferente de la otra para ser conocida. No fue invención de los Incas, sino uso de aquellas gentes; los Reyes mandaron que se conservase, porque no se confundiesen las naciones y linajes de Pasto a Chile; según el mismo autor, capítulo treinta y ocho, hay más de mil y trescientas leguas. De manera que en aquel gran cerco de barrios y casas vivían solamente los vasallos de todo el Imperio, y no los Incas ni los de su sangre real; eran arrabales de la ciudad, la cual iremos ahora pintando por sus calles, de septentrión al mediodía, y los barrios y casas que hay entre calle y calle como ellas van; diremos las casas de los Reyes y a quién cupieron en el repartimiento que los españoles hicieron de ellas cuando las ganaron.
Del cerro llamado Sacsahuaman desciende un arroyo de poca agua, y corre norte sur hasta el postrer barrio, llamado Pumapchupan. Va dividiendo la ciudad de los arrabales. Más adentro de la ciudad hay una calle que ahora llaman la de San Agustín, que sigue el mismo viaje norte sur, descendiendo desde las casas del primer Inca Manca Cápac hasta en derecho de la plaza Rimacpampa. Otras tres o cuatro calles atraviesan de oriente a poniente aquel largo sitio que hay entre aquella calle y el arroyo. En aquel espacio largo y ancho vivían los Incas de la sangre real, divididos por sus ayllus, que es linajes, que aunque todos ellos eran de una sangre y de un linaje, descendientes del Rey Manco Cápac, con todo eso hacían sus divisiones de descendencia de tal o tal Rey, por todos los Reyes que fueron, diciendo: éstos descienden del Inca fulano y aquéllos del Inca zutano; y así por todos los demás. Y esto es lo que los historiadores españoles dicen en confuso, que tal Inca hizo tal linaje y tal Inca otro linaje llamado tal, dando a entender que eran diferentes linajes, siendo todo uno, como lo dan a entender los indios con llamar en común a todos aquellos linajes divididos: Cápac Ayllu, que es linaje augusto, de sangre real. También llamaron Inca, sin división alguna, a los varones de aquel linaje, que quiere decir varón de la sangre real, y a las mujeres llamaron Palla, que es mujer de la misma sangre real.
En mis tiempos vivían en aquel sitio, descendiendo de lo alto de la calle, Rodrigo de Pineda, Juan de Saavedra, Diego Ortiz de Guzmán, Pedro de los Ríos y su hermano Diego de los Ríos, Hierónimo Costillas, Gaspar Jara —cuyas eran las casas que ahora son convento del Divino Augustino—, Miguel Sánchez, Juan de Santa Cruz, Alonso de Soto, Gabriel Carrera, Diego de Trujillo, conquistador de los primeros y uno de los trece compañeros que perseveraron con Don Francisco Pizarro, como en su lugar diremos; Antón Ruiz de Guevara, Juan de Salas, hermano del Arzobispo de Sevilla e Inquisidor general Valdés de Salas, sin otros de que no me acuerdo; todos eran señores de vasallos, que tenían repartimiento de indios, de los segundos conquistadores del Perú. Sin éstos, vivían en aquel sitio otros muchos españoles que no tenían indios. En una de aquellas casas se fundó el convento del Divino Augustino, después que yo salí de aquella ciudad. Llamamos conquistador de los primeros a cualquiera de los ciento y sesenta españoles que se hallaron con Don Francisco Pizarro en la prisión de Atahuallpa; y los segundos son los que entraron con Don Diego de Almagro y los que fueron con Don Pedro de Alvarado, que todos entraron casi juntos; a todos éstos dieron nombre de conquistadores del Perú, y no a más, y los segundos honraban mucho a los primeros, aunque algunos fuesen de menos cantidad y de menos calidad que no ellos, porque fueron primeros.
Volviendo a lo alto de la calle de San Agustín, para entrar más adentro de la ciudad, decimos que en lo alto de ella está el convento de Santa Clara; aquellas casas fueron primero de Alonso Díaz, yerno del gobernador Pedro Arias de Ávila; a mano derecha del convento hay muchas casas de españoles: entre ellas estaban las de Francisco de Barrientos, que después fueron de Juan Álvarez Maldonado. A mano derecha de ellas están las que fueron de Hernando Bachicao y después de Juan Alonso Palomino; de frente de ellas, al mediodía, están las casas episcopales, las cuales fueron antes de Juan Balsa y luego fueron de Francisco de Villacastín. Luego está la iglesia Catedral, que sale a la plaza principal. Aquella plaza, en tiempo de los Incas, era un hermoso galpón, que en días lluviosos les servía de plaza para sus fiestas. Fueron casas del Inca Viracocha, octavo Rey; yo no alcancé de ellas más del galpón; los españoles, cuando entraron en aquella ciudad, se alojaron todos en él, por estar juntos para lo que se les ofreciese. Yo la conocí cubierta de paja y la vi cubrir de tejas. Al norte de la Iglesia Mayor, calle en medio, hay muchas casas con sus portales, que salen a la plaza principal; servían de tiendas para oficiales. Al mediodía de la Iglesia Mayor, calle en medio, están las tiendas principales de los mercaderes más caudalosos.
A las espaldas de la iglesia están las casas que fueron de Juan de Berrio, y otras de cuyos dueños no me acuerdo.
A las espaldas de las tiendas principales están las casas que fueron de Diego Maldonado, llamado el Rico, porque lo fue más que otro alguno de los del Perú: fue de los primeros conquistadores. En tiempo de los Incas se llamaba aquel sitio Hatuncancha; quiere decir: barrio grande. Fueron casas de uno de los Reyes, llamado Inca Yupanqui; al mediodía de las de Diego Maldonado, calle en medio, están las que fueron de Francisco Hernández Girón. Adelante de aquéllas, al mediodía, están las casas que fueron de Antonio Altamirano, conquistador de los primeros, y Francisco de Frías y Sebastián de Cazalla, con otras muchas que hay a sus lados y espaldas; llámase aquel barrio Puca Marca; quiere decir: barrio colorado. Fueron casas del Rey Túpac Inca Yupanqui. Adelante de aquel barrio, al mediodía, está otro grandísimo barrio, que no me acuerdo de su nombre; en él están las casas que fueron de Alonso de Loaysa, Martín de Meneses, Juan de Figueroa, Don Pedro Puertocarrero, García de Melo, Francisco Delgado, sin otras muchas de señores de vasallos cuyos nombres se me han ido de la memoria. Más adelante de aquel barrio, yendo todavía al sur, está la plaza llamada Intipampa; quiere decir: plaza del Sol, porque estaba delante de la casa y templo del Sol, donde llegaban los que no eran Incas con las ofrendas que le llevaban, porque no podían entrar dentro en la casa. Allí las recibían los sacerdotes y las presentaban a la imagen del Sol, que adoraban por Dios. El barrio donde estaba el templo del Sol se llamaba Coricancha, que es: barrio de oro, plata y piedras preciosas, que, como en otra parte dijimos, había en aquel templo y en aquel barrio. Al cual se sigue el que llaman Pumapchupan, que son ya arrabales de la ciudad.
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