Capítulo XII: Envia el Inca a conquistar los Quechuas. Ellos se reducen de su grado.
El Inca (Cápac Yupanqui) se ocupó cuatro años en el gobierno y beneficio de sus vasallos; mas pareciéndole que no era bien gastar tanto tiempo en la quietud y regalo de la paz, sin dar parte al ejercicio militar, mandó que con particular cuidado se proveyesen los bastimentos y las armas, y la gente se aprestase para el año venidero. Llegado el tiempo, eligió un hermano suyo llamado Auqui Titu por capitán general, y cuatro Incas, de los parientes más cercanos, hombres experimentados en paz y en guerra, por maeses de campo, que cada uno de ellos llevase a su cargo un tercio de cinco mil hombres de guerra y todos cinco gobernasen el ejército. Mandóles que llevasen adelante la conquista que él había hecho en el distrito de Cuntisuyu, y para dar buen principio a la jornada fue con ellos hasta la puente de Huacachaca, y habiéndoles encomendado el ejemplo de los Incas sus antecesores en la conquista de los indios, se volvió al Cozco.
El Inca general y sus maeses de campo entraron en una provincia llamada Cotapampa; hallaron al señor de ella acompañado de un pariente suyo, señor de otra provincia que se dice Cotanera, ambas de la nación llamada Quechua. Los caciques, sabiendo que el Inca enviaba ejército a sus tierras, se habían juntado para recibirle muy de su grado por Rey y señor, porque había muchos días que lo deseaban, y así salieron acompañados de mucha gente y con bailes y cantares, y recibieron al Inca Auqui Titu, y, con muestras de mucho contento y alegría, le dijeron: "Seas bien venido Inca Apu (que es general) a darnos nuevo ser y nueva calidad con hacernos criados y vasallos del hijo del Sol, por lo cual te adoramos como a hermano suyo, y te hacemos saber por cosa muy cierta que si no vinieras tan presto a reducirnos al servicio del Inca, estábamos determinados de ir al año venidero al Cozco a entregamos al Rey y suplicarle mandara admitirnos debajo de su Imperio, porque la fama de las hazañas y maravillas de estos hijos del Sol, hechas en paz y en guerra, nos tienen tan aficionados y deseosos de servirles y ser sus vasallos que cada día se nos hacía un año. También lo deseábamos por vernos libres de las tiranías y crueldades que las naciones Chanca y Hancohuallu y otras, sus comarcanas, nos hacen de muchos años atrás, desde el tiempo de nuestros abuelos y antecesores, que a ellos y a nosotros nos han ganado muchas tierras, y nos hacen grandes sinrazones y nos traen muy oprimidos; por lo cual deseábamos el imperio de los Incas, por vernos libres de tiranos. El Sol, tu padre, te guarde y ampare, que así has cumplido nuestros deseos". Dicho esto, hicieron su acatamiento al Inca y a los maeses de campo, y les presentaron mucho oro para que lo enviasen al Rey. La provincia de Cotapampa, después de la guerra de Gonzalo Pizarro, fue repartimiento de don Pedro Luis de Cabrera, natural de Sevilla, y la provincia Cotanera y otra que luego veremos, llamada Huamanpallpa, fueron de Garcilaso de la Vega, mi señor, y fue el segundo repartimiento que tuvo en el Perú; del primero diremos adelante en su lugar.
El general Auqui Titu y los capitanes respondieron en nombre del Inca y les dijeron que agradecían sus buenos deseos pasados y los servicios presentes, que de lo uno y de lo otro y de cada palabra de las que habían dicho darían larga cuenta a Su Majestad, para que las mandase gratificar como se gratificaba cuanto en su servicio se hacía. Los curacas quedaron muy contentos de saber que hubiesen de llegar a noticia del Inca sus palabras y servicios; y así cada día mostraban más amor y hacían con mucho gusto cuanto el general y sus capitanes les mandaban. Los cuales, dejada la buena orden acostumbrada en aquellas dos provincias, pasaron a otra llamada Huamanpallpa; también la redujeron sin guerra ni contradicción alguna. Los Incas pasaron el río Amáncay por dos o tres brazos que lleva corriendo por entre aquellas provincias, los cuales, juntándose poco adelante, hacen el caudaloso río llamado Amáncay.
Uno de aquellos brazos pasa por Chuquinca, donde fue la batalla de Francisco Hernández Girón con el mariscal don Alonso de Alvarado, y en este mismo río, años antes, fue la de don Diego de Almagro y el dicho mariscal, y en ambas fue vencido don Alonso de Alvarado, como se dirá más largo en su lugar, si Dios nos deja llegar allá. Los Incas anduvieron reduciendo las provincias que hay de una parte y otra del río Amáncay, que son muchas y se contienen debajo de este apellido Quechua. Todos tienen mucho oro y ganado.
El Inca (Cápac Yupanqui) se ocupó cuatro años en el gobierno y beneficio de sus vasallos; mas pareciéndole que no era bien gastar tanto tiempo en la quietud y regalo de la paz, sin dar parte al ejercicio militar, mandó que con particular cuidado se proveyesen los bastimentos y las armas, y la gente se aprestase para el año venidero. Llegado el tiempo, eligió un hermano suyo llamado Auqui Titu por capitán general, y cuatro Incas, de los parientes más cercanos, hombres experimentados en paz y en guerra, por maeses de campo, que cada uno de ellos llevase a su cargo un tercio de cinco mil hombres de guerra y todos cinco gobernasen el ejército. Mandóles que llevasen adelante la conquista que él había hecho en el distrito de Cuntisuyu, y para dar buen principio a la jornada fue con ellos hasta la puente de Huacachaca, y habiéndoles encomendado el ejemplo de los Incas sus antecesores en la conquista de los indios, se volvió al Cozco.
El Inca general y sus maeses de campo entraron en una provincia llamada Cotapampa; hallaron al señor de ella acompañado de un pariente suyo, señor de otra provincia que se dice Cotanera, ambas de la nación llamada Quechua. Los caciques, sabiendo que el Inca enviaba ejército a sus tierras, se habían juntado para recibirle muy de su grado por Rey y señor, porque había muchos días que lo deseaban, y así salieron acompañados de mucha gente y con bailes y cantares, y recibieron al Inca Auqui Titu, y, con muestras de mucho contento y alegría, le dijeron: "Seas bien venido Inca Apu (que es general) a darnos nuevo ser y nueva calidad con hacernos criados y vasallos del hijo del Sol, por lo cual te adoramos como a hermano suyo, y te hacemos saber por cosa muy cierta que si no vinieras tan presto a reducirnos al servicio del Inca, estábamos determinados de ir al año venidero al Cozco a entregamos al Rey y suplicarle mandara admitirnos debajo de su Imperio, porque la fama de las hazañas y maravillas de estos hijos del Sol, hechas en paz y en guerra, nos tienen tan aficionados y deseosos de servirles y ser sus vasallos que cada día se nos hacía un año. También lo deseábamos por vernos libres de las tiranías y crueldades que las naciones Chanca y Hancohuallu y otras, sus comarcanas, nos hacen de muchos años atrás, desde el tiempo de nuestros abuelos y antecesores, que a ellos y a nosotros nos han ganado muchas tierras, y nos hacen grandes sinrazones y nos traen muy oprimidos; por lo cual deseábamos el imperio de los Incas, por vernos libres de tiranos. El Sol, tu padre, te guarde y ampare, que así has cumplido nuestros deseos". Dicho esto, hicieron su acatamiento al Inca y a los maeses de campo, y les presentaron mucho oro para que lo enviasen al Rey. La provincia de Cotapampa, después de la guerra de Gonzalo Pizarro, fue repartimiento de don Pedro Luis de Cabrera, natural de Sevilla, y la provincia Cotanera y otra que luego veremos, llamada Huamanpallpa, fueron de Garcilaso de la Vega, mi señor, y fue el segundo repartimiento que tuvo en el Perú; del primero diremos adelante en su lugar.
El general Auqui Titu y los capitanes respondieron en nombre del Inca y les dijeron que agradecían sus buenos deseos pasados y los servicios presentes, que de lo uno y de lo otro y de cada palabra de las que habían dicho darían larga cuenta a Su Majestad, para que las mandase gratificar como se gratificaba cuanto en su servicio se hacía. Los curacas quedaron muy contentos de saber que hubiesen de llegar a noticia del Inca sus palabras y servicios; y así cada día mostraban más amor y hacían con mucho gusto cuanto el general y sus capitanes les mandaban. Los cuales, dejada la buena orden acostumbrada en aquellas dos provincias, pasaron a otra llamada Huamanpallpa; también la redujeron sin guerra ni contradicción alguna. Los Incas pasaron el río Amáncay por dos o tres brazos que lleva corriendo por entre aquellas provincias, los cuales, juntándose poco adelante, hacen el caudaloso río llamado Amáncay.
Uno de aquellos brazos pasa por Chuquinca, donde fue la batalla de Francisco Hernández Girón con el mariscal don Alonso de Alvarado, y en este mismo río, años antes, fue la de don Diego de Almagro y el dicho mariscal, y en ambas fue vencido don Alonso de Alvarado, como se dirá más largo en su lugar, si Dios nos deja llegar allá. Los Incas anduvieron reduciendo las provincias que hay de una parte y otra del río Amáncay, que son muchas y se contienen debajo de este apellido Quechua. Todos tienen mucho oro y ganado.
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